La naturaleza de Helmut Ditsch


Por Marcos Brugiati


Este excéntrico artista argentino de 47 años emigró a los 26 a Europa en busca de algo de reconocimiento para su obra. Allí se dedicó por completo a la tarea de volcar la naturaleza misma en murales hiperrealistas de gran formato. Y se convirtió en uno de los artistas vivos más cotizados. Hoy, planea su vuelta a nuestro país.


“En la Argentina, los supuestos especialistas me decían que no tenía futuro, que lo mío no seguía el recorrido que las tendencias marcaban. Sin embargo, siempre supe cuál era mi camino y lo seguí con mucho esfuerzo y tenacidad. El artista debe ser libre, transmitir su interior sin interferencias dictadas por otros intereses. Hoy me encuentro regresando a mi patria, a mi casa, tan libre como cuando tuve que partir”.



Excéntrico, cool, introvertido. Un argentino alemanizado. Nació en Villa Ballester hace 47 años. A los 7 empezó a pintar la naturaleza para dialogar con su mamá. A los 26 emigró a Europa para profesionalizarse. Vivió en un castillo y se compró una Ferrari amarilla último modelo. Los especialistas le decían “¡no tenés futuro!” y hoy es uno de los pintores vivos más cotizados del mundo. Pinta desiertos, mares y glaciares gigantescos.


Sus obras recorrieron Europa y en la Argentina visitaron la Feria de Libro y el Museo de Bellas Artes. Sus pinturas son las preferidas de empresarios y poderosos, valuadas en no menos de 300 mil dólares, que es lo mismo que se podría pagar por un Berni.


“Pinto con óleo sobre lienzo. Los grandes formatos de mis obras representan la dimensión mínima. La vastedad y lo sublime son tan intensas en la naturaleza que necesitaría formatos aún más grandes para expresarlos”


Todo empezó cuando tenía 7 años y su mamá murió de cáncer. Su papá no tuvo mejor idea que decirle a Helmut que podía hallarla en las flores, en las plantas y en los árboles, porque ahora ella era parte de la naturaleza. Y así fue como el artista tras la búsqueda, sin opción, empezó a pintar.


De pequeño tuve la necesidad de crear y fui hallando mi propia forma de hacerlo. Nunca tuve miedo porque para seguir el camino que tomé, se debe ser valiente. En mi familia no había antecedentes de artistas, pero mi padre me brindó la libertad para construir mi camino. De lo externo no recibí ninguna ayuda, al contrario, varios me quisieron estafar”.


En Villa Ballester, donde nació, el joven Helmut autodidacta pintaba en un atelier improvisado en su propia casa. Vivía con su padre y sus dos hermanos. Estudió en colegios argentinos de origen alemán y siempre fue fan de Boca. Veraneo: cita obligada, Mendoza.


“Guardo recuerdos muy bellos de mi infancia, como las aventuras que vivíamos junto a mis hermanos por los montes mendocinos. Pero también estuvo presente el profundo dolor por la pérdida de mi madre”.


A los 26 decidió viajar –a la deriva, con la plata justa y sin posesiones materiales– para profesionalizarse en la Academia de Bellas Artes en Viena. Allí aprendió y experimentó las técnicas de los grandes maestros. Trazó su carrera de manera independiente, creciendo paso a paso. Y es cierto que fue duro al principio comenzar en otro lugar, solo, alejado de todo y de todos, pero Helmut sabía que si miraba directo a la naturaleza hallaría a su mamá.



¿Qué relación encontrás entre el paisaje de la naturaleza, tus obras y tu madre?


-La misma relación que existe entre el aire y las plantas, el mar y las estrellas. Somos energía y mis obras también. Su pérdida marcó mi vida para siempre. Nada fue fácil desde ese momento, pero a su vez me fue enseñando a ser fuerte en mi interior. Con mi padre y mis hermanos nos mantuvimos muy unidos desde aquel suceso.


Sus pinturas son la esencia de la naturaleza: glaciares, montañas, desiertos y mares. Los formatos, gigantescos. Algunos llegan a medir más de 7 metros, murales que suelen llevar varios meses de trabajo.


Helmut escaló las cumbres más altas para personificar en su obra el espíritu, el ritmo y la velocidad de otro todo nuevo y ambivalente; el paisaje de la naturaleza. Muchos críticos europeos definen a su arte como “realismo posmediático”. “Supongo que significa que donde los medios tecnológicos agotan sus recursos para representar la naturaleza, ahí es donde empieza mi labor.


Y la experiencia de enfrentarse a una obra de Helmut Ditsch implica entrar a la propia naturaleza, ser parte a una perspectiva extrema que conduce inexorablemente al asombro. El espectador se encuentra con las emociones de un paisaje hiperrealista, de técnica sutil, profunda y autobiográfica, donde no existen los límites ni las dimensiones.


“Mi formación fue plenamente autodidacta. Mi evolución se fue dando naturalmente, mediante la propia autosuperación. Recién a los 26, al viajar a Viena, ingresé a la Academia de Bellas Artes para estudiar algunas técnicas de los grandes maestros que me interesaba experimentar”.


Aventurero. Independiente. Vivió en un castillo y se compró una Ferrari amarilla frenética. Ditsch es un escalador extremo. Viajó para estudiar arte y allí se consagró, realizando sus primeras ventas extraordinarias. A los 29 años conoció a Marion –su mujer– de tan solo 19. “Fue mi compañera en la vida y en el arte. Fue la persona más importante de mi vida. Falleció el año pasado”.


Hoy vive en Dublín y muy pronto volverá a Buenos Aires. Tiene la agenda llena de encargos, pero se mantiene alejado de galeristas y galerías. “Lentamente ya he comenzado mi regreso a la Argentina, por lo tanto parte de mi colección viajará constantemente por el país, al alcance de todos. No deseo que mi obra solo forme parte de los templos de la cultura, sino también comparta los ámbitos cotidianos de la sociedad”.


¿Cuál fue la situación más rara o peligrosa que tuviste que hacer por amor al arte?


-Alejarme de mi patria, de mi casa. En la Argentina, los supuestos especialistas me decían que no tenía futuro, que lo mío no seguía el recorrido que las tendencias marcaban. Sin embargo, siempre supe cuál era mi camino y lo seguí con mucho esfuerzo y tenacidad. El artista debe ser libre, transmitir su interior sin interferencias dictadas por otros intereses. Hoy me encuentro regresando a mi patria, a mi casa, tan libre como cuando tuve que partir.


¿Un sueño?

-Hacer lo que hoy hago.


¿Un día de tu trabajo?

-Intenso y extenso. El arte necesita dedicación y entrega.


¿Alguna vez pensaste en desaparecer?

-No, siempre pensé en aparecer.


¿Relación arte & drogas?

-Ninguna.


¿Artistas?

-Fan de Lucero Hagelstange, Diego Gravinese, Gerhard Richter.


¿Por qué creás?

-Lo hago para poder ser feliz y no espero nada a cambio. No puedo no crear.


+info & obras:. Site Helmut


photos: Gentileza, Helmut Ditsch Art Factory