Estación Carlos Regazzoni



Conocido como el excéntrico escultor ferroviario, o el artista de los pelos locos que sin problema con navaja en mano te invita a toda hora un pedazo de pata de jamón. Dueño de esculturas gigantescas creadas con material en desuso. Madonna y Antonio Banderas compraron parte de su arte valuado en miles y miles de dólares.

“Venite a eso de las 21pm que tenemos un rato antes que me filme en vivo el programa de Chiche Gelblung, la dirección es Av. Libertador y Suipacha, no te preocupes que es seguro”. Cuando llegué estaba todo oscuro, no había timbre, ni puerta, ni gente. Algunos letreros indicadores te guiaban al camino de tierra donde monstruosas y gigantes esculturas metálicas al aire libre se te asomaban: Dinosaurios, aviones, caballos, tuercas y latas. Los mosquitos te devoraban. En el interior, un enorme galpón donde se exhibían esculturas que llegaban hasta el techo, algunas pinturas apoyadas sobre el piso y otros lienzos colgados como sábanas, y una pequeña vitrina conservaba la piel de un animal muerto, botellas de colores y telarañas. Alrededor un mini bar donde los transeúntes pueden tomarse una copa, o comer.
Los centros de mesas: la cera de las Velas blancas derramadas sobre una botella vacía y un rollo de papel higiénico como servilleta. Luz tenue.
“Vivo en el galpón ferroviario hace muchos años porque descubrí que era mi lugar, mi mundo, descubrí que tenía un espíritu propio que me alejaba de los ‘putos malos´. En el galpón hay un estilo de vida y el que no lo cumple que se vaya”.

Carlos Regazzoni vive y trabaja en este viejo galpón de Retiro entre las ya no funcionales vías de tren. Galpón ferroviario que a su vez es su atelier, su museo y depósito de chatarra. Es autodidacta, escultor y pintor. Creador de gigantes hormigas vivientes, aviones y un Quijote de la Mancha. Sus materiales de construcción: los desechos de la revolución industrial. Esa noche lucia como siempre, con sus rizos descontrolados, una camisa color guerra -cubierta por algunos sponsors- que dejaba ver su panza y una cicatriz sobre su pecho. De lengua afilada y carácter bipolar.


“Yo soy artista. Quiero transformar la sociedad a partir del arte con los desechos de la revolución. La sociedad tiraba tantas cosas que luego yo las hice arte y esta es mi forma de hacer cultura. Nací para molestar a la sociedad y como marginado proteger a los desposeídos”.

Tiene 60 y tantos años. Vivió en la Patagonia con sus padres Elido Jorge Regazzoni y Elba Sardinen. Vivió también en Francia y en los ferrocarriles. Tiene seis hijos de diferentes mujeres. A los 37 vendió kerosene y un día con chatarra hizo arte. Estudió un año en la Escuela Nacional de Bellas Artes y se siente como parte de la sociedad, pero vive en su mundo, que es su galpón.

“Nací en la Patagonia, vivía con mis papás y mis hermanos. No tenía nada, jugaba con las piedras, el viento y las lagartijas. Los juguetes eran mi papá porque él me hacia todos los juguetes que no tenía”.

Algunos lo llaman pintor ferroviario o escultor de la chatarra, otros –la mayoría artistas- incapacitado artísticamente, malhablado o grasa. “El arte está lleno de pelotudos, muchos me quieren y otros no; dicen que soy difícil y maleducado. Mientras más trabajo en el arte, más cosas vendo. Gano plata, me divierto y trato que le gente no se drogue. Le ofrecí a Lucas que trabaje conmigo para que no termine en la calle, para que no robe ni se drogue y aprenda un oficio”. Lucas esa noche estaba presente, tiene 19 años, trabaja todos los días con el artista en su galpón y vive en Varela.
Carlos es Fan de Antoine de Saint-Exupery y Jean Mermoz. Cree en Dios y cursó el Secundario hasta primer año. Madonna, Antonio Banderas e importantes famosos compraron sus obra valuadas en miles de dólares. Algunas esculturas forman parte del paisaje porteño, otras viven en Francia u en otras partes del mundo.
Fue una noche de ruidos, gritos e interrupciones porque era viernes y todos los viernes a las 22 hs, el galpón Ferroviario se convierte en el bodegón “El Gato Viejo” donde hay show y cena. La cocina de Regazzoni estaba repleta de verduras, pizzas, carne y olor a ajo. La mesa llena de queso, salame, hachas y el infaltable baguette de pan. El artista controlaba y manejaba la situación para que todo salga perfecto, cuando vino el delivery de helados agarró una cuchara y probó cada gusto y dijo, “el maracuyá tiene gusto a orín de perro”. Bárbara –la hija de Regazzoni- es la encargada del evento, estaba cocinando y preparando las mesas. Ella tiene 33 años, tres hijas y vive en Longchamps. Es cocinera y vivió en Francia. Planea sacar sus propios panes saborizados. “Nunca me voy a olvidar cuando era chica, vivíamos con mis hermanos y estábamos en la cocina de mi casa cuando mi papá un día nos dijo: -ven ese gancho, se los clavo en la lengua a quién se atreva a drogarse alguna vez“
¿Pero tu papá siempre tuvo ésta personalidad?
“Sí, no te preocupes que él es así con todos, con embajadores, famosos, hombres y mujeres. Es su personalidad pero bueno es mi papá y lo amo”

Más info/obras ::::::: http://www.regazzoniarts.com/
Atelier RegazzoniAv. del Libertador 405. Galpones 1, 2 y 3,
Buenos Aires.Tel. 00-54-11-4315-3663
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