El golpe a la identidad


Buscarita Roa es una de las Abuelas de Plaza de Mayo. Hoy nos cuenta la historia de su vida. La búsqueda inalcanzable. Esa verdad latente que esfuma la mentira del golpe a la identidad.
Es madre de José Poblete, desaparecido junto con su pareja Gertrudis Hlaczik y su hija Claudia. Víctimas de la dictadura de Jorge Rafael Videla en el ‘76.

Recuperó a su nieta Claudia hace 9 años después de ser apropiada ilegalmente por 22.
La abuela tiene 70 y es Chilena, a los cuatro años quedó huérfana y no sabe el significado de su nombre. Se mudó a la Argentina poco antes de la Dictadura. Hace más de 30 años que busca a uno de sus siete hijos, José.

Cuando él tenía 14 aparentaba ser un adulto que defendía los derechos humanos. Eufórico, entusiasta y fan del Che Guevara, parecía llevarse el mundo por delante. A los 16 tuvo un accidente cuando viajaba en tren con un amigo y perdió sus piernas.
“Cuando me dieron la noticia estuve 24 hs. con amnesia, no lo podía entender. Después de recobrar la memoria fui al hospital. Mi hijo sentía mucho las carencias de los enfermos y luchó por la ley para los discapacitados”.

Se ríe cuando certifica que José es un seductor, quien miraba de reojo a las enfermeras cuando ya aceptaba su condición física y planeaba luchar por esos derechos que ahora los deseaba en carne propia. No pasó mucho tiempo cuando logró junto con la Unión Nacional de Discapacitados una de las redes más importantes de América Latina y el mundo, ahora muchas empresas tienen que acceder el 5% de plazas laborales a los discapacitados.

A los 17 años vino a la Argentina en busca de piernas ortopédicas. “Cuando se fue en silla de ruedas nos decía a todos que iba a volver a Chile caminando, y así fue, llegó un tiempo después, bajó del taxi y dijo, ¡aquí estoy!”

José decidió irse a vivir a Argentina dónde estudiaría Psicología. Formaba parte como dirigente social, y defendía los derechos, unido a montoneros. Cuando conoció a Gertrudis quien era voluntaria del centro donde asistía se enamoraron y tuvieron a Claudia.

Un día a los 23 años desapareció, junto con Gertrudis de 21 y su hija de ocho meses. Su casa quedó vacía, sin explicaciones, ni pistas. Su madre vivía a dos cuadras y recuerda hoy la escenografía del desastre causada por “los otros”.

“La gente sabía lo que pasaba, pero muchos miraban a un costado. Me decían, a mí no me pasa, les pasa a ustedes porque son comunistas, guerrilleras”. En el ´77 Buscarita y muchas madres y abuelas uniformadas con su pañuelo en alto se juntaron en Plaza de Mayo en busca de respuestas. Unidas enfrentaban sin miedo a los dictadores. La plaza de Mayo era la cita obligada para buscar dos generaciones: la de sus hijos y sus nietos.

“La plaza de mayo es emblemática. Allí luchamos sin palos, ni piedras, allí se viven las alegrías y las tristezas, las huelgas y los reclamos. Allí viví gran parte de mi vida”.

Pasaron los años y parte de la iglesia hizo oídos sordos, como la prensa oficialista. Buscar y buscar por todos lados, donde sea. Vestidas de mucamas o vendiendo libros.

Claudia, la nieta de Buscarita, hija de Pepe –así llamaba a José su madre- tenía ocho meses cuando la hurtaron. Le cambiaron su nombre y su fecha de nacimiento después de recogerla de los centros de detención. La criaron sus apropiadores el Coronel Zeferino Landa y Mercedes Beatriz Moreira, por 22 años. En 2000 se concretó juicio en contra de sus padres adoptivos tras recibir una denuncia hacia ellos. Como apropiadores tuvieron una condena de algunos años que no cumplieron.

Hoy se reencontró con su abuela, 24 primos, tíos y sobrinos. Sabe todas las historias de sus padres biológicos.

“Durante 5 años hablábamos como desconocidas, cuando pasó el tiempo nos abrazamos y lloramos. Claudia se parece a su papá. Yo la mimo, le preparo comida, y ella me visita con su hija Guadalupe. Está orgullosa de su verdadera familia y de su lucha. De sus apropiadores no hablamos”

¿Qué le dirías a tu hijo?

“¡Que lo amo, que lo amo!, que lo que hizo no se olvida. Es un gran luchador. Quizá lo sienta en el alma, pero está bien lo que hizo, luchó por todos”. Relata su madre con lágrimas en sus ojos, mirando hacia los costados o al cielo, buscando entre sus recuerdos los que jamás podrán arrebatar.