Crónica de Walter Sheikhalikani. Guerra de Malvinas

Por Marcos Brugiati *
Informe especial

“Es que para matar a una persona nunca estás preparado. Me pasó la vida y no me acuerdo”.
Se llama Walter Sheikhalikani -DNI 16.143.458- y tiene 48 años. Por sorteo a los 18 fue a la Colimba y a los 19 estuvo más de 80 días en la Guerra de Malvinas. Hoy nos describe parte de su historia y esos momentos claves que vivió en carne propia y los que marcaron su vida para siempre.
Era adolescente. Iba al colegio y trabajaba en un taller con mi papá. Un día cuando tenía 18 me enteré por sorteo que entré a la Colimba. Estuve masomenos 13 meses allí. Me enseñaron orden, respeto y disciplina.Entrábamos a las 6 de la mañana, desayunábamos, formábamos, y luego cada uno se ocupaba de sus quehaceres diarios. Yo era mecánico y también como chofer llevaba diferentes cosas al Condado. Al mediodía comíamos y tenía una hora para descansar. Durante los 13 meses en la Colimba tuvimos un período de instrucción donde nos trasladaron tres meses a San Miguel del Monte, alejados de todos y de todo. Allí aprendimos el manejo de armas y a enfrentarnos cuerpo a cuerpo. Dormíamos en carpas y comíamos arroz.

De regreso nos dijeron que teníamos que ir a la Guerra de Malvinas. Era una obligación decir que sí, no podías decir no quiero, tenías que obedecer. Esa noche, cuando me enteré, escapé con un amigo por varias horas, creo que necesitaba sentir la libertad por última vez. Vivía solo y mis papás estaban separados. Cuando llegué a mi casa dejé una nota sobre la mesa que decía: Me fui a Malvinas. Luego me junté con mi compañero y volvimos a la madrugada al cuartel. Por suerte nadie se enteró de nuestra huída.


Ya tenía 19 y junto con otros miles de argentinos de corta edad nos encontrábamos en el campo de batalla. Yo quería ir a la guerra y me sentía preparado pero nunca me imaginé lo que iba a vivir.

Estaba con tres chicos en un pozo bajo tierra a un metro de profundidad. Tenía una caja de 500 balas y utilizaba un arma FAL (fusil automático liviano) que tiraba 20 tiros, o funcionaba automáticamente -similar a la ametralladora-. Comíamos algunas latas de rosbif que robamos de un depósito lleno de comida y reservas.
Calentábamos nuestra comida con pastillas de alcohol. Creo que nunca pude dormir más de tres horas. Estuvimos 20 días hasta que empezó el combate. Al principió pensé que se iba a arreglar todo y que los Ingleses no iban a llegar. Pero llegaron. En una oportunidad nos bombardearon desde las 12 hasta las 4 de la mañana.Cada vez los ataques eran más violentos y me asustaba porque las bombas pegaban cada vez más cerca. Un ataque aéreo produjo la muerte de uno de mis compañeros de pozo. Cuando me di cuenta de su muerte agarré el fusil y empecé a caminar por todos lados. No me acordaba de nada, estaba shokeado y no sentía las piernas. Me tomé media botella de jerez y dormí desvestido. Pasaron las horas y mis compañeros me despertaron para correr y salir de ese lugar que ya era peligroso. Hacía mucho frío y tenía el casco prendido fuego. La guerra siempre fue a distancia, no te das cuenta a quién matas. Donde antes dormíamos estaba todo prendido fuego, estaba todo descontrolado y desorganizado. Nunca estás preparado para matar a otra persona.Cuando pasan los días y el tiempo te acostumbrás cada vez más al paisaje; los tiros y las bombas eran como moneda corriente. Todos mis compañeros y yo sabíamos la información oficialista que llegaba al pueblo, pero vivíamos en carne propia la realidad y te juro que era mentira que habíamos ganado.

Me acuerdo haber mandado cartas a mi familia y llegaron. Yo recibí solo una de mi madre.

Estuvimos más de 80 días con los pies húmedos y sobre el barro, con hambre y con miedo. No quería perder la guerra, pero la cosa había terminado. Los ingleses tomaron posesión de nosotros y nos mandaron dos días a un depósito de comida y otros tres estuvimos en una casa. Estábamos todos armados y éramos como 100. Nos trataban bien, nos daban comida y lo único que no podíamos hacer era salir después de las 6 de la tarde a ningún lugar. Más tarde embarcamos hacia el proceso de la libertad hasta llegar a ‘la cuadra’ donde estuvimos más de 120 compañeros por una semana, antes de ver a nuestros familiares. Allí los militares argentinos nos explicaron cómo tapar los sucesos y la verdad sobre la guerra, porque lo que pasó en la guerra no se habla ni se cuenta. También indicaban que los caídos para los familiares estarían desaparecidos.Cuando volví me apoyó el pueblo. La gente te saltaba encima, querían mi casco, las botas, otros arrancaban los botones del uniforme como recuerdo de la lucha que vivimos.

Mis padres me fueron a buscar. Recuerdo que mi papá fue en auto y mi mamá con mi tía en tren. No quería hablar mucho, solo quería estar con los que viví por más de 80 días, quería estar con mis compañeros, y me sentía raro. Los recuerdos no se te borran de la mente. Pienso que me tocó a mí, y pienso todos los días en ello: por el frío, por una bota que me atrapa, por los recuerdos buenos y malos. Estuve 10 años con depresión, me pasó la vida y no me acuerdo. Con mis compañeros nos veíamos muy seguido. Uno de ellos Marcelo Hugo Varela con quien estuvimos en muchos ataques juntos.

A los 90 días después de la guerra fui un jueves al Municipio de Almirante Brown a pedir trabajo. Al otro día ya estaba trabajando en la oficina de Inspección de Habilitaciones. Siempre voy a agradecer por el trabajo que me dieron, ellos me tratan muy bien y me dieron todo. Hace 27 años que soy Inspector de Habilitaciones. Cuando pasaron los años conocí a Claudia Leguizamón, estamos juntos hace 10 años y tenemos un hijo de 5, Teo. Vivimos en Lomas De Zamora.

En Malvinas argentinas fui a defender la patria, no estoy arrepentido y lo volvería a hacer. Ganar la guerra es algo que me quedó pendiente. Todos los días pienso en lo que viví y ya nada es igual porque no pasa un día en que recuerde lo peor o lo mejor de la guerra. Respeto y admiro a todas las familias de los caídos que fueron mis compañeros; por seguir adelante y por aguantar esa herida que quedará abierta para siempre, que no cesará jamás.

*Informe exclusivo de Marcos Brugiati para Universo Ágora::::